miércoles, 19 de enero de 2011

Preparados, listos... YA!

Empieza la carrera y suenan los aplausos que te entusiasman en tus primeros pasos... luego el sudor y sed te invaden, no pareces ser capaz de dar un paso más y te desplomas.
Estás en el suelo con sangre en las rodillas y tu respiración se entrecorta, tienes los labios secos y las manos heridas con pequeñas manchas rojas. Sientes todo el aire que pesa en tu espalda, y tu sudor ahora solo ha dejado frío en la piel... y allí estás. Solo.
Los otros corredores siguen su paso y alguno te mira de reojo pero no se agachan a recogerte... hasta que llega una mirada amiga.
-¿Qué haces? ¡Corre, corre!
- Gracias.

Siempre hay algún amigo que te levanta, despacio y te ayuda a curar las heridas, te da agua y te muestra en sendero para seguir la carrera... ahora te sientes con unas renovadas fuerzas, de procedencia desconocida, pero te hacen correr y sentir cada movimiento de tus músculos, cada momento es un nuevo empezar desde cero, y te das cuenta que Nunca es tarde para volver a retomar tu vida, para soñar, levantarte y seguir corriendo.
 Y ahora aprecias cada nueva zancada, descubres que no hay reglas en esta carrera y puedes correr de la mano de tus amigos, pararte a leer los carteles y asombrarte con las flores del camino...

Cuando vas a la mitad de la carrera...
Miras a tu derecha y ves a tus amigos que sudan y algunos bajan el ritmo, pero que están contigo. Corriendo a tu lado.
Miras a la izquierda y ves a tu persona especial que va de tu mano y acaricia las heridas del pasado, y con asombro ves como te mira de reojo mientras sonríe.
Miras a tus espaldas y ves un pasado vivido, que te hace sentir orgulloso porque es tu historia, y merece ser contada.
Y lo más importante, miras al frente, el sol te ciega y cada uno de tus pasos se acerca a un final, pero te das cuenta que no importa la meta si no el camino y con quien lo compartes.


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